Notas: Meridiano de Sangre, D’jango, y Norteamérica

Cormac McCarthy

Cormac McCarthy

Escrito por Ricardo Alatorre

Ya van casi dos años desde que lo leí, pero el magnum opus de Cormac McCarthy, Meridiano de Sangre, sigue siendo uno de mis libros favoritos. Trata con la historia de un muchacho que se escapa de su hogar y busca su fortuna en un Oeste aun no reclamado por la sociedad civil. No es una historia de aventura, sino una exploración perturbante del pasado violento (aunque quizás imaginado) del Oeste durante la época en la cual Manifest Destiny era la manía nacional de los Estados Unidos.

En la novela, el protagonista anónimo se une a un equipo de rastreadores y mercenarios que se dedican a cazar tribus de indígenas rebeldes desde California hasta Chihuahua, entregando los cueros cabelludos de sus enemigos a gobiernos estatales para conseguir sus recompensas. Sin embargo, en poco tiempo el grupo se desenvuelve, convirtiéndose en una jauría encabezada por un hombre albino que se hace llamar ‘el Juez’. Juntos, destruyen pueblos mexicanos e indígenas, haciendo pasar a los cueros de los inocentes por los de rebeldes para ganar aún más dinero.

Es una novela sumamente violenta, al punto que este atributo hizo que pensara en ella cuando fui a ver la película ‘D’jango Unchained’ de Quentin Tarantino, la cual trata con un esclavo en el Sur que se convierte en mercenario y toma su venganza contra sus viejos amos. Ambas narrativas son situadas a mediados del siglo XIX, ambas proponen exponer la falta de humanidad que se presentaba en aquella época histórica, y ambas llevan a cabo su exposición en una manera sumamente explícita.

Sin embargo, D’Jango Unchained se estrenó en diciembre, mientras que Meridiano de Sangre celebró su 25º aniversario en el 2010. No dudo que ambos tendrán su lugares respectivos en el canon literario y cinematográfico, pero ¿por qué digo esto? La respuesta la podría dar Stephen, el perverso esclavo mayor de la plantación Candyland de D’jango Unchained, quien exclama antes de morir: “¡Siempre habrá un Candyland!”. La temática de ambas historias se centra en el problema de la inhumanidad del hombre hacia el hombre: un problema universal y persistente.

¿Pero qué tanto, me pregunto, dentro de Meridiano de Sangre existe tan afuera del tiempo? Al comienzo del libro, un capitán insiste:

Maldita sea, no hay un Dios en México. Nunca lo habrá. Estamos tratando con un pueblo manifiestamente incapaz de gobernarse a si mismo. ¿Y sabes lo que le pasa a la gente que no se puede gobernar a si misma? Eso es. Otros vienen a gobernarlos.”

La idea que México fue roto como resultado de intereses estadounidenses (y por extensión, Manifest Destiny) ha sido repetida tantas veces que es cliché. Se ha dicho que el mismo Porfirio Diaz sumó este sentimiento en una frase célebre (aunque quizás mal atribuida) “¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!” Sin embargo, intrínseco a este sentimiento es la aserción implícita que México no es de hacerse responsable por las fallas cometidas en el siglo antepasado – comprobando que el capitán de la novela de McCarthy tiene la razón. No nos podremos gobernar hasta que tomemos responsabilidad por el futuro de nuestro país.

Hoy en día, especialmente después de que el PRI retomó la presidencia, veo a varias publicaciones hablando de México como la nueva India o China. Lo llaman un ‘tigre azteca’ cuando se trata de su crecimiento económico, y recuerdo que hace unos pocos años estas mismas publicaciones hablaban de México como un estado fallido.

El gran impulso económico actual, así como el que viene en camino, se ha dado en parte gracias a el creciente costo de labor en China, lo cual dirige a compañías internacionales queriendo tener negocio en EUA hacia México. De nueva cuenta, el entorno internacional se fija en nuestro país, ¿pero nos definirá? ¿Definiremos nuestro propio futuro, o nos tomarán por el pelo de nueva cuenta?

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